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jueves, 1 de marzo de 2012

Ahora sé lo que nunca volveré a ser.

Luché en un viejo barco que no llevaba timón y dejé que el viento me guiara. Sin brújula ni calendario, solo un diario y una carta que había escrito hacia tiempo y que me recordaba quien era. Creí ser el capitán y ni siquiera llevaba tripulación, navegaba sola, siendo un polizonte de mis sueños que se movían como las velas del viejo barco, con el viento.
El viaje fue más largo de lo que me prometí a mí misma, las noches eran tormentas en las que pensaba que no sobreviviría, que alguna sería la última, pero por la mañana brillaba el sol y el mar me daba tregua para poder escribir en mi diario, para poder reencontrarme con mi único amigo.
Pasé muchos años en ese viejo barco hasta que un día al despertar y mirar al cielo vi un reflejo, como si de un espejo se tratara, era yo!!, mi imagen, fue entonces cuando ocurrió, una enorme ola se levantaba sobre el barco, pero esta vez iba a ser diferente no me agarraría a nada, estaba decidida a que esa enorme ola me expulsara del barco. 
Cuando desperté unos pequeños deditos se entrelazaban con los míos y acariciaban ni pelo, abrí los ojos y vi un sentimiento que no conocía, con rasgos de fuerza e indumentaria de esperanza, el suelo ya no se movía bajo mis pies, estaba en tierra firme. Mis sueños dejaron de moverse con el viento, mi cuerpo cansado y frágil se vistió con la arena de aquel naufragio y el mar borró las palabras escritas en mi diario, así que ahora, acompañada por esos deditos y por mi diario en blanco me disponía a volver a escribirlo, pero esta vez lo haría caminando y con nuevos latidos.
Luché por mi trozo de mar...lucho por mi trozo de tierra y obtendré mi trozo de cielo.

A mi hijo Ángel, para que él nunca pierda la fuerza ni la esperanza.

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